Psicoterapia individual y parejas desde 1982

ANALISIS PSICOSOCIAL DEL AMOR Y EL DESAMOR.

Xavier Serrano Hortelano.

ENAMORAMIENTO, PASION Y AMOR En mayor o menor medida, con mayor o menor fortuna, todas las personas adultas conocemos la experiencia del amor, del enamoramiento, y también del desamor y de las consecuencias emocionales que implica.

Amor es un concepto abstracto, por tanto subjetivo, de fácil interpretación, y que se puede vivir en determinados momentos de la vida y ante determinados objetos, entendiendo por objeto, aquello que recibe el afecto. Amor puede sentirse hacia un hijo, un animal, una casa (objeto físico), una entidad espiritual, y también hacia la pareja. En esta ocasión me centraré en este último caso. Describiré algunas particulariades del sentimiento amoroso compartido, que se vive con otro-a, y que permite, facilita y desarrolla la institución de la pareja.

Desde la Psicología profunda, la función de la relación de pareja es la de poder desarrollar la capacidad de amar que cada ser humano tiene. La de poder tener espacio donde canalizar esa parte del instinto del ser humano, esa necesidad vital, que es la capacidad de entrega, de abandono, de expansión.

Dentro de la lógica natural, de la espontaneidad, lo primero que aparece es el deseo, el impulso de atracción hacia alguien. Es un proceso energético que nadie puede explicar, pero no implica la creación de un compromiso, de un reconocimiento, ni que esas dos personas quieran compartir parte de su vida.

Existe diferencia entre el amor y la pasión. Puede haber pasión sin amor pero nunca puede darse el amor si no hay pasión. Porque hasta en el amor místico hay pasión. Pasión significa una exacerbación de un afecto vinculado, transmitido, canalizado hacia otra persona o hacia otra entidad. Puede haber momentos de pasión sin amor siendo solamente una pulsión en la que se comparten momentos parciales sin problemas, siempre que haya un acuerdo. Si no hay acuerdo es violación, no pasión.

Desde esta perspectiva, el amor de pareja tiene dos partes: el momento de enamoramiento, que es un espacio donde la conciencia pierde los referentes y se entra un poco en la locura porque es un espacio atemporal, propio; y el amor, que implica compromiso y elección al reconocer a la persona de la cual uno se enamora como alguien con quien compartir la realidad cotidiana, con un proyecto emocional, racional y sexual. Siempre se habla de que el amor exige elección. Amas porque eliges y eliges porque pierdes, y por tanto amas porque sabes que puedes perder.

El reconocimiento pasa por la existencia de una satisfacción y del placer de compartir. Desde esta perspectiva lo que habrá que analizar son las formas de relación que se dan dentro de la pareja, teniendo presente que hablar de modelos en la relación humana, es absurdo porque existen muchas posibles formas de relación todas lícitas si son aceptadas por ambos miembros de ese sistema humano.Tiene que ser por tanto una relación transparente y donde ambos estén en un mismo plano.Sin esta premisa es complicado hablar de una relación amorosa. Conocemos la pareja clásica donde supuestamente las dos personas se sienten atraídas y enamoradas y crean un espacio de convivencia propio. Puede darse también el caso de las parejas que comparten espacios comunes y que entran más en la dinámica social tribal donde no están marcadas las funciones jerárquicamente -padre, madre e hijo- como lo están en la familia occidental. En la tribu, la responsabilidad de la educación es mas amplia y por tanto hay otros personajes, con lo cual el peso, la responsabilidad y el modelo de referencia no cae estrictamente sobre el padre y la madre. Las consecuencias educativas que esto tiene están poco estudiadas, igual que están poco estudiadas las consecuencias de las parejas homosexuales que adoptan hijos.

Hay muchas modalidades en el momento social actual, nuevas formas de relación que no sabemos que consecuencias pueden tener porque es muy poco el tiempo de existencia. Podemos opinar ideológicamente, pero no científicamente. Lo que si está estudiado, y es en lo que nos centraremos en adelante, son las consecuencias traumáticas de una separación destructiva y las consecuencias favorables de una separación cómplice, constructiva.

En general, nos encontramos con dos modelos referenciales. El que nuestros padres nos han mostrado durante nuestra convivencia con ellos, es decir, el modelo educativo familiar, y el que introyectamos de las experiencias que hemos vivido a nivel afectivo, emocional y energético con la primera pareja que se da en nuestra vida, con nuestra madre, y que no se puede no recordar porque se remonta a los principios de nuestra vida donde el sistema neuronal no tiene todavía esa capacidad.

NUESTROS MODELOS RELACIONALES

El primer momento fusional en el que se crea realmente una dinámica de dos, profunda,y con un amor auténtico es el que se produce en la relación entre la madre y el bebé tanto a nivel intrauterino como extrauterino. Y condiciona inconscientemente nuestra forma de relacionarnos con aquel a quien amamos. Por ejemplo hay personas que se fusionan excesivamente con el compañero/a y viven una dependencia extrema, porque, generalmente han vivido una separación o una relación muy corta con la madre durante ese momento primitivo, y viven en esa nueva persona, hombre o mujer, un desplazamiento de afectos maternos con todas las consecuencias que eso conlleva, tanto durante el tiempo de la relación como en el período de ruptura, donde en estos casos se puede llegar a vivir situaciones de violencia o de depresión muy fuertes.

Nacemos con la capacidad de amar, de abrirnos al otro, porque solamente si hay un movimiento hacia fuera nuestra estructura está en movimiento, está reciclándose energéticamente y por lo tanto está viva. Pero en nuestro sistema social actual la dinámica familiar suele ser fría y distante,limitando los afectos y las expresiones emocionales, incluso la espontaneidad de la primera infancia. Junto a esta tendencia general inhibitoria hay también muchas familias donde la violencia latente o manifiesta aparece cotidianamente. Es en esos sistemas donde el niño se va refugiando en un mundo imaginario que le impide el contacto con la realidad. Cuando no se vibra y no se siente al otro cualquier comportamiento destructivo puede ocurrir, el impulso surge en forma caótica y no hay emocionalidad, por lo tanto no hay censura o ética que lo frene. El modelo de referencia que tienen es de la petrificación, es decir, la ausencia de experiencia emocional. Por lo tanto, lo único que les queda es la posibilidad de expresión de esa emoción fuera del núcleo familiar y esos niños empiezan a necesitar la emergencia de las pulsiones destructivas que viven en la familia y que no pueden expresar en otros círculos. Es cuando se da paso en gran medida a circuitos que están en el fondo permitiendo la canalización de esas pulsiones que en el núcleo familiar no se pueden expresar ni vivir; gran parte de la delincuencia juvenil surgen de esos sistemas familiares que son el caldo de cultivo de esa violencia social posterior o paralela. Esto es un referente en la Psicología forense y jurídica para entender ciertas respuestas extremas, delictivas, que forman parte dela psicopatía social.Un ser humano que está solamente en una situación de narcisismo permanente, es decir, en el que solo se ve a sí mismo será una persona que progresivamente imaginará la realidad desarrollando una dinámica patológica. En última instancia, podríamos decir que el psicópata es el sujeto que ha llevado el narcisismo al extremo de imaginar la realidad de contacto con el otro, sin emocionalidad, hasta el punto que puede destruir sin alterarse. Hay mucho psicópata cívico, no sólo en las cárceles.

Pero a menor escala también hay un nivel de emocionalidad reprimida, de asepsia, de un cierto estado de zombi en el cual el elemento narcisístico cada vez es mayor porque se va perdiendo la capacidad de contacto con el otro.

En cierta forma los mecanismos sociales en los que estamos inmersos facilitan esta falta, creando modelos de referencia que limitan la posibilidad de construir un modelo propio de identidad, forzando ritmos y dinámicas que distresan y rompen nuestra capacidad de actuación espontánea y en el fondo, facilitando un individualismo basado fundamentalmente en el amor a los objetos, al tener, en vez de favorecer el ser y el estar. Como decía Erich Fromm, prevalece el “tener” sobre el “ser”.

Así, vamos creando una sociedad que tiende cada vez más a valorar al ser humano positivamente por tener muchos objetos, y entre esos objetos muchas veces están las personas, y entre esas personas muchas veces está la pareja. A veces se está con alguien porque es estético. En muchas sesiones depareja que hacen terapia aparece esa sensación, sobre todo en la mujer, de sentirse "florero", es decir, sentir que su pareja está a su lado porque viste bien, porque es bonita, tiene estilo y queda bien en las reuniones de sociedad. No se siente amada sino poseída. La pertenencia prevalece sobre el "estar con" y ese es un problema que se ve aborda frecuentemente en las terapias de pareja.

También es común que el período inicial de enamoramiento se vaya modificando hasta el punto que se difumina el motivo inicial del encuentro y la realidad cotidiana pasa a ser vivida con extrañeza y se convierte en una conviviencia por intereses materiales compartidos, pero donde el afecto va desapareciendo.

Ese es el riesgo de la institución del matrimonio, que puede caer en la rutina donde se desarrolla una relación perversa, porque cualquier motivo va a ser válido para permanecer, para no perder algo que se siente propio. Lo que en un principio es cualitativamente hermoso, forma parte del instinto, de la visceralidad, se convierte progresivamente en un monstruo que va devorando toda flor que existe a su alrededor. Y uno de los promotores de este proceso es ese rasgo narcisístico del que he hablado y que todos en alguna medida tenemos, y que, entre otras cosas nos impide asumir que las cosas son temporales, que la vida es temporal que tenemos un tiempo de existencia viviendo,por tanto, con un ritmo existencial de atemporalidad, con la sensación de que vamos a ser siempre los mismos y todo a nuestro alrededor va a seguir igual. En nuestro esquema psíquico buscamos siempre una evitación del cambio, de la misma manera que existe una homeostasis fisiológica que nos permite un equilibrio frente a aquello que puede ser nocivo. Es decir que inconscientemente evitamos cualquier movimiento que nos pueda suponer romper los esquemas espacio temporales sobre los que sentimos una cierta seguridad, y por eso hablar del final de algo siempre crea una ansiedad porque conecta con nuestro temor del final de la vida y con el temor a la muerte, que en este momento a nivel social es un tema más tabú que el del sexo.

EL VALOR DE LA CRISIS

Cuando empezamos una relación todos y todas sabemos que puede terminar, pero ya en la legalización de esa institución se recalca esa frase :"Hasta que la muerte nos separe", significa, hasta que algo externo a nosotros nos separe", lo cual limita ya la libertad de decisión, que para que existiera debería modificarse por : "hasta que la muerte de aquello que ha motivado nuestro encuentro nos lleve a separarnos". Es decir, hasta que la función de la relación termine,deje de existir, acabe su cometido. Y si la función que tiene la pareja humana es la de desarrollar la capacidad amorosa de cada individuo, puede ocurrir que ese sistema empiece a no ser válido para el desarrollo personal de uno de sus miembros y a partir de ese momento tiene que haber un replanteamiento real y una asunción de la crisis. Ya no es como antes, algo ha ocurrido y por tanto tenemos que afrontar una realidad nueva de las cosas. La asunción de la crisis no necesariamente significa la separación, sino que puede también suponer un cambio cualitativo importante donde exista mayor encuentro afectivo y más comunicación.Pero para ello,primero hay que asumir la realidad, la crisis.

Ese conflicto puede venir motivado por un cambio de valores individuales, por un cambio de trabajo, por la entrada de una tercera persona dentro del marco sexual, por el nacimiento de un hijo, por el fallecimiento de un familiar de uno de los miembros de la pareja, o por cualquier otra circunstancia cotidiana que influya directamente en la psicología de la emocionalidad, y eso repercute en su ecosistema mas próximo.

La pareja es un sistema vivo, donde nadie puede garantizar qué va a ocurrir mañana porque nadie nos puede garantizar qué nos va a ocurrir individualmente. En momentos determinados, el impacto se produce de forma traumática porque hemos perdido la capacidad de darnos cuenta de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y perdemos el contacto con lo que está pasando con nuestro compañero/a quien de pronto expresa su falta de deseo sexual, su poca motivación para compartir actividades, la presencia de una tercera persona, o su interés en la separación. El problema es de los dos, de quien no se da cuenta y de quien creía que el otro se estaba dando cuenta. Llega un momento en el que el bloqueo en la comunicación lleva al uso del imaginario y a crear e interpretar la realidad.

En ese momento es cuando, necesariamente, tenemos que asumir la crisis que implica un replanteamiento a tres niveles fundamentales:

A) El cognitivo, es decir, cómo nos comunicamos, qué niveles de transmisión de valores, ideas, aficiones, proyectos existe con esa persona.

B) El emocional, evaluando el nivel existe, de afectos, cariño, tristeza, anhelos, frustraciones.

C) La capacidad de placer que tengo con esa persona, de goce, de abandono sexual.

Un buen test permanente en la pareja es ir analizando cual de estos aspectos va debilitándose en la relación, pero los tres tienen una importancia muy grande porque en el fondo estamos hablando de un sistema que comparte la vida cotidiana. Habrá momentos de la vida en que se dará mas importancia a esa empatía sexual y momentos en que será mas importante la afectiva, la cognitiva, o la identificación laboral y social. Depende de momentos vitales, de edades y de circunstancias pero tienen que estar presentes porque significa que está habiendo una vivencia global en la relación. Si esto no sucede, se está evitando el crecimiento, el desarrollo de facetas vitales para las dos personas y que van a vivir fuera de la relación.

Esa necesidad se parcializa, y empieza a separarse y a romperse progresivamente la pareja. Esos tres niveles nos hablan del momento real de la pareja y nos permitirá, cuando no haya otra salida, plantearnos la posibilidad de darnos cuenta que es un momento definitivo donde ya no hay posibilidad de reconstrucción.Hasta ese momento podría estar condicionado por la impronta amorosa, y en un último acto de amor, se debería buscar la muerte de ese sistema desde una perspectiva de transformación creativa para que cada uno de los miembros siguiera su camino de forma creativa. Esto significa vivir esa separación, no como un fracaso, sino como un cambio y por lo tanto de un final que facilita una transmutación.

En la escala de valores de esta sociedad, la ruptura de la pareja sigue viviéndose como un fracaso. Incluso en la sociedad norteamericana que es donde estadísticamente -junto con los países nórdicos en Europa- hay más separaciones, es muy interesante ver cómo la nueva relación intenta ocultar o negar, olvidar la relación anterior y eso se ve mucho en la relación con los hijos. Cuando un hijo de dos personas pasa a vivir con la nueva relación de la madre o del padre, vuelven a crear un matrimonio nuevo, ese hijo llama "papá" o "mamá" a esa nueva persona, quizás para evitar un conflisto cotidiano, tendiendo a olvidar los orígenes y el pasado. Algo que se olvida es algo que se vive con culpabilidad, que se tiene que esconder. No tenemos por qué negar nuestra vida. Hemos vivido un tiempo con esa persona y ahora estamos con otra, pero esa persona no muere físicamente, no desaparece y más si es la madre o el padre de nuestros hijos y ha ejercido esa función un determinado tiempo. Pero como habitualmente las separaciones se producen en situaciones ya extremas y donde lo que permanece es el odio y la destructividad,parecería que ante la destructividad, lo único que se puede hacer es olvidar.

MEDIDAS DE PREVENCION ANTE UNA SEPARACION

En el proceso de separación hay que velar por sus consecuencias familiares y asumir la responsabilidad que, como ecosistema social, el matrimonio tiene con aquellos que sobreviven en ese ecosistema, que son los hijos. La familia es un ecosistema compartido donde los niños están nutriéndose y desarrollándose, por tanto, viéndose afectados por los procesos de los adultos,que son quienes pueden facilitar el desarrollo de los hijos, o pueden frustrarlos, truncarlos, o crear dinámicas de autoadaptación mas o menos violentas. No es lo mismo una separación a los cuatro años que a los ocho o a los doce, porque la dependencia afectiva, nutritiva con el ecosistema, es menor o mayor, y por tanto la posibilidad de objetivizar las cosas con los hijos dependerá en gran medida de la edad. Sin embargo, no hay una edad mejor que otra, lo que tenemos que analizar son las consecuencias de cada situación concreta y buscar la forma de paliar los efectos negativos. Pero está claro que a partir de los diez o doce años ya hay una capacidad de asimilación grande de los efectos del ecosistema, y por lo tanto, el disturbio que se pueda provocar es menor que, de los tres a los seis o siete años donde el niño vive un proceso de asentamiento muy delicado porque está introyectando los modelos de referencia familiares.

Lo mas importante es que el proceso de separación sea progresivo, que tenga un cierto ritmo y que sea lo menos violento y lo mas compartido posible, un proceso de complicidad donde los niños, a partir de determinada edad, puedan también participar, es decir, ser conscientes de lo que está pasando. Normalmente se vive la separación como algo que corresponde solamente a la mujer y al hombre, pero si hay hijos, y por lo tanto hay un sistema familiar mas complejo, hay que tenerlos en cuenta desde el principio para que ellos entren en esa realidad. Es un gran error separar la realidad de los adultos de la de los hijos, porque los niños captan lo que ocurre, aunque nosotros queramos evitar los conflictos, las discusiones, los afectos negativos. Y además sienten que no se les tiene en cuenta, que no se les reconoce, viviendo esa experiencia en soledad, con lo cual se agrava más el conflicto, porque el niño se aísla, sintiéndose desplazado de la realidad familiar.

Por eso es importante que desde el principio el niño pueda vivir la separación como un proceso lo más natural y humano posible - porque es humano, y el ser humano vive pulsiones y afectos de todo tipo- y forma parte de la realidad que el niño tenga acceso al mundo del adulto, que conozca en la medida de sus posibilidades esa dinámica de desamor, sobre todo asumiendo que es el desamor entre los padres, no hacia ellos. Esto es interesante señalarlo porque hay un mecanismo inconsciente que se produce en algunos niños, a través del cual si no se les hace conscientes de la realidad del adulto y se les plantea las razones con cierta claridad de la separación, pueden sentir que son ellos los culpables de este paso. Algo han hecho mal y en su imaginario, será una carga que siempre llevarán, que se observa después en la psicoterapia de adultos cuando han sido hijos de familias separadas. Para evitar esa culpabilidad tienen que compartir esa situación de desamor con los padres y participar en el proceso. Esa es una de las cosas que se potencia en la terapia de familia durante los procesos de separación. Hay que asumir que para los hijos la mayoría de las separaciones de los padres-excepto las que que se producen en un clima de violencia extrema- siempre suponen un fuerte dolor y un estrés para los hijos, porque se divide su dinámica cotidiana y se derrumba el mundo conocido e idealizado. Y es también cierto que ese estrés puede ser mayor o menor en función de la actuación de los padres que se separan y de la familia y amigos que están a su alrededor. Hay que acompañar en el duelo, pero sin aspavientos, facilitar la desdramatización del hecho, ver las ventajas que eso puede tener y comunicar claramente que esa separación es real y evidente.Sin dar pie a la ambiguedad o a la duda, y mucho menos dejar la responsabilidad de una vuelta a la otra persona: “es tu madre la que no quiere volver, por mi todo seguiría igual”...o, “ es tu padre quien no permite que volvamos a estar juntos,por mi volvería...” Eso son síntomas de las dinámicas perversas que se desarrollan en esos momentos de dolor y de cambio y que tanto hacen sufrir a los hijos.Lo importante es que la separación se ha producido y desde ahí hay que reestructurar,organizar las cosas y, entre todos, ver cómo puede ser mejor para todos la nueva vida cotidiana (vivir cerca de los colegios, quedarse en el hogar familiar el hijo que tenga muchos amigos allá y que lo demande...) Es una separación de la pareja y los padres debemos evitar que consecuencias dramáticas para nuestros hijos.

También es muy importante en este proceso, estando de acuerdo con especialistas en el tema como S.Goldstein,que la entrada de una tercera persona (nuevo o nueva compañero o compañera de la madre o del padre ) en la vida cotidiana de los hijos se realice de forma gradual y progresiva,evitando las sorpresas y las prisas. Nuestros hijos tienen que ir conociendo a esa nueva persona poco a poco y hay que dar tiempos a que se produzca esa relación hasta que pueda convivir con ellos.Y, por supuesto hay que plantear la situación y permitir la opinión a loshijo scon los que se está conviviendo, para que se sientan protagonistas y empiecen a integrar ellos también a esa nueva persona.sin que ello suponga, sustituir al padre o a la madre. Todos estos elementos son los que se evalúan en el espacio terapéutico y preventivo en estas situaciones.

¿CUANDO ES NECESARIA UNA TERAPIA DE PAREJA?

Como expresé anteriormente, la idea de separación se vive como idea de muerte, y por tanto como algo terrible, sobre todo cuando se crean esas dinámicas que veíamos anteriormente de tipo fusional psíquica y emocionalmente hablando En el momento en que el otro realmente no está, la persona conecta con el pánico de perder su propia sensación de existir.

Por eso en muchas separaciones aparecen auténticas depresiónes porque se empieza a vivir una fuerte sensación de vacío y se pierde el sentido de la vida. Estas reacciones son un síntoma que refleja la fuerte dependencia creada donde el otro le “ha robado el alma”,utilizando un simil poético.

En muchas ocasiones, intuyendo esto, algunas persona se niegan rotundamente a dejar la pareja intentando por todos los medios frenar la separación y evitar el conflicto. Se coloca en una situación de estatismo y ahí es donde aparece el sufrimiento crónico y es cuando la institución empieza a pervertirse, porque se crean mecanismos para evitar el contacto con el hecho de que la pareja posiblemente ya no facilita la función originaria. Y digo posiblemente porque primero es importante asumir la crisis y permanecer en ella, intentar transmutar juntos, es decir, intentar que ese cambio sea positivo para los dos y buscar que esa relación se pueda modificar. Eso puede ocurrir dentro de la pareja o con la ayuda de un especialista en terapia de pareja, siempre que las dos personas sientan que, solos, no tienen esa capacidad de resolución.
Pero si durante un tiempo el cambio no se produce, y esa relación produce sufrimiento, aunque sea para una de las dos personas, hay que plantearse la finalización como algo positivo y necesario que permite la libertad de movimientos afectivos de ambos miembros de la pareja y su crecimiento individual.El fracaso se encuentra más bien en la cobardía de no asumir esa realidad y de pensar"tu me vas a evitar el sufrimiento estando conmigo". Desde esta posición la otra persona entra en defensa, en la violencia y en la destructividad, situación que puede permanecer en el tiempo, afectando, como ya he dicho, a todos los miembros del sistema familiar.

Los seguimientos que hemos hecho en clínica de las familias que viven en dinámicas destructivas han mostrado la existencia de dos tipos dedestructividad. La digital que es la violencia directa, y la analógica que es sutil, como el chantaje, la amenaza, y la culpabilización. Recuerdo a una pareja que, cada vez que él se imaginaba que su mujer iba a decirle algo conflictivo, entraba en una reacción cardiaca que le llevaba al hospital. Automáticamente ella abandonaba la idea porque "no podía sentirse responsable de la muerte de su marido". Así estuvieron diez años hasta que llegaron a la consulta y desciframos la clave del "enfermo imaginario" (la obra de teatro de Moliere). No se iba a morir, pero ella, con razón, no se arriesgaba y así se frenaba el movimiento. El mismo sufría porque se daba cuenta de que estaba creando una respuesta de evitación del conflicto y su mujer no era feliz, pero él tampoco podía evitar esa reacción psicosomática.

También es muy común recurrir a la instrumentalización de los hijos haciendo responsable al otro miembro de la pareja del malestar, y del sufrimiento que pueden estar viviendo el niño-a o,incluso del que pueden vivir para evitar de esta forma el proceso de separación. O incluso dinámicas chantajistas de índole económico.En estos casos son todavía las mujeres las que están más vulnerables y las que tienen que ceder en su deseo de cambio por el miedo a no poder afrontar la realidad cotidiana con una economía que le permita sobrevivir, pues son muchas las mujeres que no desarrrollan dinámicas laborales fuera de su hogar.

Pero,como vamos viendo, todas estas actitudes provocan una dinámica destructiva que va paralizando cada vez más la posibilidad de un reencuentro afectivo y amoroso,llevando vidas paralelas y cada vez más distantes convirtiéndose la convivencia en un espacio de sufrimiento y odio más o menos velado de soledades compartidas por intereses y miedos.Y mientras el tiempo sigue su curso y hay menos ocasiones para poder entablar nuevas relaciones y construir un nuevo sistema familiar.

Y ahí es donde la psicoterapia puede ayudar, cuando realmente una persona no puede abandonar a su pareja porque se siente culpable o por miedo a la soledad y al vacío existencial,adoptando posiciones sádicas y de presión hacia la otra persona o de culpabilización y de victimicidad, reflejo de la típica relación sadomasoquista que domina las relaciones de pareaja en nuestro sistema social.

Sabemos que se pueden llegar a crean trastornos psicosomáticos por conflictos conyugales no resueltos, de la misma gravedad que cuando hay violencia directa, alcoholismo o drogadicción. Dentro de esos conflictos para los que la atención clínica es necesaria se encuentra la respuesta de algunas personas ante la violencia doméstica. Hay una gran cantidad de mujeres maltratadas que mantienen el matrimonio sin denunciar al marido y que llegan a justificar sus acciones violentas.. En estos casos, la víctima no puede dejar de serlo porque es mayor el sufrimiento que siente si imagina la disolución de ese matrimonio, que el sufrimiento por compartir una violencia doméstica permanente. Dentro de esa violencia hay niveles de estrés (distrés) y sufrimiento patógenos muy fuertes.

Por ello ante un conflicto relacional sólo caban dos alterantivas creativas: la de salir juntos de la crisis y aprender de ella para encontrar una mayor ssatisfacción en la relación o, la separación aunque sea sólo una de las dos personas quien lo desea y lo siente después de afrontada la crisis en común. Permanecer juntos en ese estado de confusión, sufrimiento, insatisfacción, incomunicación, ausencia de atracción y de deseo e incluso violencia y sadismo implica un estado de patología compartida y cómplicemente mantenida.

Y no es cuestión de buscar culpables. Seguramente siempre hay un desencadenante pero la realidad es que ese sistema relacional ha dejado de cumplir su función.

Pero generalmente cada cual ve culpable al otro y se acentúa la paranoia social, la sensación de amenaza que va viciando la relación e imposibilita incluso una separación civilizada y mínimamente afectiva y amical. Esta es otra de las funciones de la psicoterapia focalizada en la atención de parejas: el permitir una separación creativa,con un duelo razonable y sin que los hijos, en caso de que existan, sean los “chivos expiatorios “ del sufrimiento y la frustración de los padres.

Permanecer en la crisis,aprender de ella y encontrar una salida en pareja o individualmente de forma creativa serán pues los objetivos principales de la psicoterapia en esos momentos. Para ello habrá que comprender la lógica caracterial de cada miembro de la familia y la particularidad de su sistema relacional. Y desde ahí abordar los cuatro aspectos que caracterizan a toda pareja: la comunicación, el manejo de las pulsiones en la cotidianidad, la sexualidad y los proyectos comunes.

Pero si bien es cierto que la psicoterapia tiene una función importante mucho más son las medidas preventivas que toda pareja debería tomar para no tener que llegar a recurrir a ella. Y de ellas la más importante es la de que existan espacios de comunicación, tiempos para profundizar en la relación, tiempos de placer, de expansión,de elaboración de los conflictos, de escucha del otro. Tiempos para mirarse, sentirse,acariciarse y amarse. Tiempos propios, genuinos, creativos compartidos también por otras personas.Tiempos que previenen del embrutecimiento consecuencia de la monotonía, la rutina y la evitación del contacto. Si somos capaces de permanecer en esa dinámica la experiencia de pareja dure el tiempo que dure, será siempre gratificante y habrá cumplido su función para sus miembros, el desarollo de nuestra capacidad de amar.